Lo dijo con total naturalidad, parado junto a la puerta que abrió suavemente. Sus palabras interrumpieron súbitamente la fiesta de Navidad.
-Buenas noches, soy Jesús.
Una túnica clara, sandalias y una vincha que sujetaba la larga cabellera constituían toda la vestidura del personaje que se presentó imprevistamente y suspendió en un cortante silencio y una férrea inmovilidad a todos los que participaban del festejo.
La parálisis duró pocos segundos, hasta que uno se atrevió a intervenir. -Ché, este debe ser el mismo que el año pasado se disfrazó de Papá Noel. ¿Se acuerdan? Fue muy gracioso.
-Claro, seguro, tiene que ser el mismo –gritaron todos a coro, sacudiéndose la sorpresa inicial.
-Yo no me disfrazo –aclaró el visitante sin irritarse. –Soy el mismo de siempre.
-¡Qué grande flaco! Este no solo se disfrazó de Cristo, también tiene respuestas para identificarse con el personaje.
-Es maravilloso. Así que sos Jesús, o Cristo, o Jesucristo, el Señor y Salvador, bah...
-Ustedes lo han dicho.
-Y claro que lo decimos nosotros.
-Te confesamos que el efecto de tu estratagema es extraordinario. Sos idéntico a los dibujos de las estampitas y las figuras de muchos cuadros famosos.
-¡Qué gracioso! ¡Quién hubiera dicho, Jesús viejo y peludo!
-¿Y qué andás haciendo por aqui?
-Decidí presentarme en mi fiesta. ¿Acaso no están celebrando mi venida? -Claro, flaco, tenés razón. Aquí está el árbol adornado y abunda la bebida y la comida.
-Yo soy el pan de vida y el agua viva. El que come y bebe esto no tendrá hambre ni sed jamás.
-¿Oyeron, oyeron? Ni hambre ni sed. Está totalmente chapita. ¡Viva la Navidad, viva la alegría! Traigan más sidra, champán y pan dulce. -Vení, mirá, Jesús, este árbol es verdadero. No quisimos colocar uno de plástico importado. Este es un tronco de pino natural, es un árbol de Navidad ecológico, nada de imitaciones.
-Bueno, ¿a qué viniste? No vas a decir que nos aplicarás el castigo eterno (carcajadas, gritos, burlas).
-Vine a cumplir.
-Vino a cumplir. ¿Escucharon? A cumplir. Me parece que vos traés una curda de novela.
-Tomá, tomá otra copa y comé un cacho de pan dulce; dale, divertite con nosotros.
Gritá, gritá: ¡viva la Navidad, viva Jesús!
-Bienaventurados los que lloran.
-Pero qué estás diciendo, flaco. Aquí nadie llora. ¿No ves que estamos todos muertos de risa y de placer? ¿Por qué o por quién vamos a llorar?
-Bienaventurados los pobres.
-¿De qué pobres estás hablando, loco? Dejá a los pobres en las villas miseria o en los asilos. Aquí todos tenemos cierto nivel. Dejate de tirar pálidas y divertite. La navidad es para divertirse.
-Bienaventurados los de limpio corazón.
-Huyyy...los de limpio corazón. Esta es la época de los trasplantes y vos venís a hablar de limpio corazón. Tenemos que reconocer que te aprendiste bien el papel.
-Creen en Dios, crean también en mí.
-Esa sí es una frase bárbara. Sí, sí, todos los que estamos acá creemos en vos, creemos que sos un tipo que no se encuentra en sus cabales, que quiso hacer una broma, que se disfrazó de Jesús, quiso ser original, realizar una actuación... cómo se llama... la psicología tiene un nombre para este juego...
-¿Hay aquí algún samaritano?
-¿Pero qué tontería es esa, flaco? ¿No te parece que te estás pasando? A ver, sí, mirá, aquí hay uno; ché Raúl, te llama el flaco. Raúl es Samaritano... de apellido.
-¿Hay aquí algún hijo pródigo?
-Pero viejo, esa clase de hijo no existe aquí ni en ningún lado. Se ve que vos no sos de este mundo.
-¿Quiénes trabajan en la viña?
-Por Dios, este sí que está loco de remate. ¿Pero no sabés los problemas que hay con la desocupación? Mirá, muchos de los que están acá son patrones que hacen trabajar a otros; algunos viven de renta, que es casi lo mismo; unos cuantos son ñoquis y el resto tiene una profesión o un oficio y nada más. Trabajar en la viña ¿a quién se le ocurre?
-Arrepiéntanse, cambien de actitud.
-Arrepentirnos de qué. Cambiar de actitud ahora que estamos en plena celebración de la navidad, que nos podemos olvidar de los problemas; por favor, flaco... y preparate que dentro de un rato vienen los cohetes. No te imaginás los petardos y rompeportones que trajimos. ¡Viva la navidad, viva la alegría! Esta es la pura verdad, loco.
-Yo soy el camino, la verdad y la vida.
-¿Oyeron, oyeron? Está rayado del todo.
-¿Sabés lo que vamos a hacer con vos, flaco? Ya que sos Jesús, te vamos a poner en el árbol de Navidad, como un adorno viviente.
-¡Sí, sí, en el árbol, en el árbol!
Entre gritos, burlas, golpes y apretujones lo arrastraron hasta el árbol y lo alzaron a la parte más alta, sujetándolo con los cables de las luces multicolores.
-¡Viva la navidad, viva el Salvador!
Quedó con los brazos en cruz y la mirada hacia el cielo. Aunque las dijo en un susurro, todos entendieron sus últimas palabras: -Padre, de nuevo te encomiendo mi espíritu; pero esta vez no los perdones, porque ahora sí saben lo que hacen.
Entonces comenzaron las explosiones. Primero fueron los cohetes y los petardos y las bengalas. Después los rayos, los truenos, los relámpagos, los fuegos, los terremotos, los volcanes, los tornados, los maremotos, los huracanes...
Muchos clamaban perdón y misericordia, pero Jesús, crucificado en el árbol de Navidad, ya no podía escucharlos.+ (PE)
(*) Juan Carlos Dido, comunicador, es miembro de la Iglesia Metodista de Flores, Buenos Aires. Escritor, publicó numerosos artículos y libros. Entre estos Identikit de los argentinos; Fábula en la literatura argentina; Como hablar bien en público; Fabulas urbanas.
Fonte:
PreNot 8640 de 23/12/2009
Una túnica clara, sandalias y una vincha que sujetaba la larga cabellera constituían toda la vestidura del personaje que se presentó imprevistamente y suspendió en un cortante silencio y una férrea inmovilidad a todos los que participaban del festejo.
La parálisis duró pocos segundos, hasta que uno se atrevió a intervenir. -Ché, este debe ser el mismo que el año pasado se disfrazó de Papá Noel. ¿Se acuerdan? Fue muy gracioso.
-Claro, seguro, tiene que ser el mismo –gritaron todos a coro, sacudiéndose la sorpresa inicial.
-Yo no me disfrazo –aclaró el visitante sin irritarse. –Soy el mismo de siempre.
-¡Qué grande flaco! Este no solo se disfrazó de Cristo, también tiene respuestas para identificarse con el personaje.
-Es maravilloso. Así que sos Jesús, o Cristo, o Jesucristo, el Señor y Salvador, bah...
-Ustedes lo han dicho.
-Y claro que lo decimos nosotros.
-Te confesamos que el efecto de tu estratagema es extraordinario. Sos idéntico a los dibujos de las estampitas y las figuras de muchos cuadros famosos.
-¡Qué gracioso! ¡Quién hubiera dicho, Jesús viejo y peludo!
-¿Y qué andás haciendo por aqui?
-Decidí presentarme en mi fiesta. ¿Acaso no están celebrando mi venida? -Claro, flaco, tenés razón. Aquí está el árbol adornado y abunda la bebida y la comida.
-Yo soy el pan de vida y el agua viva. El que come y bebe esto no tendrá hambre ni sed jamás.
-¿Oyeron, oyeron? Ni hambre ni sed. Está totalmente chapita. ¡Viva la Navidad, viva la alegría! Traigan más sidra, champán y pan dulce. -Vení, mirá, Jesús, este árbol es verdadero. No quisimos colocar uno de plástico importado. Este es un tronco de pino natural, es un árbol de Navidad ecológico, nada de imitaciones.
-Bueno, ¿a qué viniste? No vas a decir que nos aplicarás el castigo eterno (carcajadas, gritos, burlas).
-Vine a cumplir.
-Vino a cumplir. ¿Escucharon? A cumplir. Me parece que vos traés una curda de novela.
-Tomá, tomá otra copa y comé un cacho de pan dulce; dale, divertite con nosotros.
Gritá, gritá: ¡viva la Navidad, viva Jesús!
-Bienaventurados los que lloran.
-Pero qué estás diciendo, flaco. Aquí nadie llora. ¿No ves que estamos todos muertos de risa y de placer? ¿Por qué o por quién vamos a llorar?
-Bienaventurados los pobres.
-¿De qué pobres estás hablando, loco? Dejá a los pobres en las villas miseria o en los asilos. Aquí todos tenemos cierto nivel. Dejate de tirar pálidas y divertite. La navidad es para divertirse.
-Bienaventurados los de limpio corazón.
-Huyyy...los de limpio corazón. Esta es la época de los trasplantes y vos venís a hablar de limpio corazón. Tenemos que reconocer que te aprendiste bien el papel.
-Creen en Dios, crean también en mí.
-Esa sí es una frase bárbara. Sí, sí, todos los que estamos acá creemos en vos, creemos que sos un tipo que no se encuentra en sus cabales, que quiso hacer una broma, que se disfrazó de Jesús, quiso ser original, realizar una actuación... cómo se llama... la psicología tiene un nombre para este juego...
-¿Hay aquí algún samaritano?
-¿Pero qué tontería es esa, flaco? ¿No te parece que te estás pasando? A ver, sí, mirá, aquí hay uno; ché Raúl, te llama el flaco. Raúl es Samaritano... de apellido.
-¿Hay aquí algún hijo pródigo?
-Pero viejo, esa clase de hijo no existe aquí ni en ningún lado. Se ve que vos no sos de este mundo.
-¿Quiénes trabajan en la viña?
-Por Dios, este sí que está loco de remate. ¿Pero no sabés los problemas que hay con la desocupación? Mirá, muchos de los que están acá son patrones que hacen trabajar a otros; algunos viven de renta, que es casi lo mismo; unos cuantos son ñoquis y el resto tiene una profesión o un oficio y nada más. Trabajar en la viña ¿a quién se le ocurre?
-Arrepiéntanse, cambien de actitud.
-Arrepentirnos de qué. Cambiar de actitud ahora que estamos en plena celebración de la navidad, que nos podemos olvidar de los problemas; por favor, flaco... y preparate que dentro de un rato vienen los cohetes. No te imaginás los petardos y rompeportones que trajimos. ¡Viva la navidad, viva la alegría! Esta es la pura verdad, loco.
-Yo soy el camino, la verdad y la vida.
-¿Oyeron, oyeron? Está rayado del todo.
-¿Sabés lo que vamos a hacer con vos, flaco? Ya que sos Jesús, te vamos a poner en el árbol de Navidad, como un adorno viviente.
-¡Sí, sí, en el árbol, en el árbol!
Entre gritos, burlas, golpes y apretujones lo arrastraron hasta el árbol y lo alzaron a la parte más alta, sujetándolo con los cables de las luces multicolores.
-¡Viva la navidad, viva el Salvador!
Quedó con los brazos en cruz y la mirada hacia el cielo. Aunque las dijo en un susurro, todos entendieron sus últimas palabras: -Padre, de nuevo te encomiendo mi espíritu; pero esta vez no los perdones, porque ahora sí saben lo que hacen.
Entonces comenzaron las explosiones. Primero fueron los cohetes y los petardos y las bengalas. Después los rayos, los truenos, los relámpagos, los fuegos, los terremotos, los volcanes, los tornados, los maremotos, los huracanes...
Muchos clamaban perdón y misericordia, pero Jesús, crucificado en el árbol de Navidad, ya no podía escucharlos.+ (PE)
(*) Juan Carlos Dido, comunicador, es miembro de la Iglesia Metodista de Flores, Buenos Aires. Escritor, publicó numerosos artículos y libros. Entre estos Identikit de los argentinos; Fábula en la literatura argentina; Como hablar bien en público; Fabulas urbanas.
Fonte:
PreNot 8640 de 23/12/2009
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